Hoy entrevistamos a…
¡Oh, esperad! ¡Alguien acaba de llegar al estudio!
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Me llamo Mamen, y soy profe de todo un poco y de nada en concreto. Diplomada en E. Especial y Logopedia, he acabado siendo tutora de un cole para mí muy singular, donde convivimos usando la palabra y los signos para comunicarnos, que, a fin de cuentas, es lo más importante hoy en día. Este es mi sexto año, y recién aterrizo en la práctica educativa, aprendiendo que es gerundio. Aquí me veis, haciendo exactamente lo que me gusta: currar en mi cole, ser y crear con y para los alumnos.
Si andas por twitter esta soy yo: @mamencita78, si no: a qué esperas.
Febrer blau: ¿Por qué decidiste ser maestra?
Mamen:
Buena pregunta. La verdad es que, en un principio, mi vocación no era la de ser maestra. No tengo muy claro si la “maestría” llegó a mí, o yo caí en sus brazos…
Cuando visitamos, hace ya bastante tiempo, AULA (no recuerdo ya ni el año), descubrí una nueva carrera (o al menos llevaba poquito tiempo) que me atrajo desde el primer momento: logopedia.
Cuando me explicaron en qué consistía, lo tuve claro. Yo quería ser logopeda. Pasados los trámites legales (selectividad), empezó mi aventura universitaria en Somosaguas, campus de la Complutense de Madrid.
Pero, como uno no sabe lo que se encuentra, hasta que no está en ello, la logopedia no era lo que yo esperaba. Tras un par de años de prácticas, aquello de rehabilitar lenguaje no iba conmigo: praxias, espejos, soplos, erres, más soplos, praxias, más soplos… Demasiado tedioso no solo para mí, sino también para los enanos que lo sufren.
Pero de la mano de estas praxias y soplos descubrí que quizá, podría ayudar mucho más, a los niños y a mí misma (es bueno no olvidar el factor de satisfacción personal en toda esta historia), viendo a los niños desde otra perspectiva.
El último año de prácticas, descubrí de la mano de una gran logopeda el mundo del autismo, o el gran saco roto que son los TGD en un centro de atención temprana.
Creo que esa experiencia fue la que me ayudó a decidir que yo no quería ser logopeda, que había aprendido mucho sobre lenguaje, que luego he usado en mí día a día, pero que no me iba a llenar…
Y dicho y hecho, terminé la carrera sin querer currar “de lo mío”. Ese verano tuve la suerte de poder irme de campamento con una asociación de niños autistas que además organizaba cursos de formación.
En ese tiempo llegó la Lengua de Signos y la mirada a los niños con las gafas “de profe”…
Después de un duro campamento llegó la formación y las prácticas en el Leo Kanner, y ahí lo supe: yo quería ser profesora: interactuar, compartir, sufrir, disfrutar, aprender, enseñar, emocionarme, frustrarme, caerme y levantarme de la mano de los niños.
El resto ha pasado tan rápido que no me he dado ni cuenta. Compaginar curro y nueva carrera (mismos contenidos, distintas nomenclaturas = no convalidadas), más prácticas, más lengua de signos e interpretación… Hasta que caí en el Centro Educativo Ponce de León en las prácticas de magisterio (educación especial también).
Segundo gran punto de inflexión en mi vida profesional… Inicio de proyecto bilingüe en infantil (otras lenguas son posibles) y nuevas contrataciones para crear lo que es hoy en día la primaria bilingüe…
Si a día de hoy os tengo que contar por qué soy profe, lo tengo claro: porque disfruto, porque soy feliz, porque aprendo, porque me frustro, me caigo y me levanto, porque comparto y porque me emociona cada día que paso en mi clase….
Podría seguir, pero tengo que pasar a otra pregunta ¿no?
FB: ¿Como profesora, cuál ha sido la experiencia educativa que más te ha marcado?
M: No llevo tantos años como docente, este es mi sexto curso, y creo que es ahora cuando estoy empezando a ¿aterrizar?, si es que en este mundo tan amplio en algún momento se aterriza por completo.
Creo que no puedo elegir una experiencia como tal. El día a día me marca. El proyecto, la metodología, el bilingüismo y la interacción con los alumnos me sigue marcando día a día.
Pero haciendo un esfuerzo mental, el momento que no olvidaré fue el primer proyecto que llevé a cabo en mi primer año. Cronológicamente no fue el primero, pero profesionalmente sí.
Los alumnos de primero de primaria (de mi primer primero), tras tantear los animales, eligieron como proyecto de investigación “El cuerpo humano”. Creo que podría acordarme de cada una de las actividades, investigaciones y asambleas que con él hicimos.
A partir de ahí no todo ha sido fácil, pero si ha venido rodado: la maquinaria empieza a funcionar cuando les empiezas a escuchar. Así de sencillo y así de difícil.
FB: Nos han chivado que el Ponce de León tiene un proyecto bilingüe. ¿Cómo lo viven los alumnos y los profesores? ¿Nos puedes explicar alguna anécdota?
M: Pues la verdad es que tanto los alumnos como los profes lo vivimos de forma bastante natural. Es un proyecto que ha crecido con nosotros, al que le estamos dando forma día a día. La primaria empezó conmigo y con otra compañera, cuando la infantil llevaba solo un par de años.
Nos queda mucho por hacer, revisar y mejorar, pero puedo decir muy orgullosa que yo soy parte del cole y el cole es parte de mí.
La mayoría de los alumnos han comenzado en 3 años, y los primeros momentos son curiosos, no complicados. Rápidamente asumen que algunos compis y profes no oyen y que para dirigirse a ellos tienen que llamarles de otro forma, mover las manos, mirarles a la cara…
Quizá, los alumnos que se incorporan más tarde a la primaria, están un poco descolocados al principio, pero no por el hecho de que en el aula convivan dos lenguas o alumnos y profes sordos. Creo que lo que más les descoloca es el hecho de trabajar por proyecto: elegir lo que quieren y cómo lo quieren aprender. La mayoría aterrizan en el cole con un horario en la cabeza: cono, mate, lengua… Y en clase las cosas son mucho más flexibles… Programamos semanalmente, y no siempre con el mismo esquema. Priorizamos el trabajo en grupo, e intentamos hacerles ver que los procedimientos son lo más importante... porque todo lo demás lo pueden buscar en internet o en una enciclopedia… O al menos, en eso estamos, aunque insisto, nos queda muuuchooo por hacer todavía (pasar de la teoría a la práctica es lo más complicado, o al menos para mí).
Quizá lo más complicado es que cada tutor (en el aula somos dos), cumpla con el papel que le toca de forma pura. Uno de los tutores signa, o debería signar durante todo el día; mientras que el otro habla, o debería hablar durante todo el día, independientemente de si el alumno que tienen delante sea sordo u oyente.
Como he dicho antes, estamos en constante proceso de cambio y mejora.
Sí que me gustaría contaros una anécdota, que no he vivido yo en primera persona, pero con la que disfruto cada vez que la cuentan (con el paso de los años los compañeros compartimos, además, un pasado común con el que nos deleitamos en los café-terapia).
Al lío que me vuelvo a enrollar. La cosa es que una compi sorda, especialista de lengua de signos en infantil, estaba trabajando en los rincones con los alumnos. Uno de ellos, sordo pero implantado, con muy buen aprovechamiento del implante, no conseguía decirle algo sobre la tarea que estaban haciendo…Lo intentó varias veces signando, pero la compañera no le entendía… Intentó hablando, pero la compañera no le entendía, hablaba demasiado deprisa para leerle los labios. Así que, al final, el peque lo tuvo claro, se quitó el implante y se lo quiso colocar a la compañera para que le escuchara…
FB: Si estuviera en tu mano introducir un cambio educativo (de cualquier tipo) para la escuela: ¿Qué cambiarías?
M: Pues lo primero, el presupuesto educativo. No conozco la realidad de otros centros, solo la del mío. Hace cuatro años nos planteamos la inclusión como algo serio, pensando que tod@s los alumnos tienen cabida en el aula, sin necesidad de tener que escolarizarse sí o sí en la etapa de EBO. Pero, pese a ser dos tutoras por aula, la inclusión no funciona sin personal que participe en el aula, porque, según se van haciendo mayores, las diferencias (curriculares) son cada vez mayores y al final, sales con los alumnos a hacer apoyos fuera del aula… y, tarán, se acabó la inclusión.
Necesitamos más profesionales para que funcione, para que la calidad educativa no merme..., no llegamos, no cubrimos y al final, segregamos.
Necesitamos una educación que se base en los procedimientos, y menos en los contenidos.
Nuestros alumnos están saturados de información, pero no saben qué hacer con ella, no son críticos ni selectivos.
Y además tenemos a la inspección, las familias, los responsables de la educación detrás de nosotros, presionando con pruebas absurdas que solo valoran contenidos, sin tener en cuenta procesos o capacidades (véase el CDI que me va a tocar pasar este año a los enanos de 4º…)
Cambiaría la forma en que se trata al docente dentro del centro, porque, la mayoría de las veces, la implicación no solo no está pagada, sino que ni siquiera está agradecida.
Cambiaría el concepto que muchos de mis compañeros de profesión tienen de la palabra “educar”, porque últimamente solo se relaciona al término “autoridad” y no a los términos: escuchar, empatizar, compartir, guiar…
En cuanto al uso de las nuevas tecnologías, creo van de la mano de todo lo anterior. Si conseguimos cambiarlo, la incorporación de las “TIC” será lo más lógico.
Ya conocéis la dinámica: ¡Cambiamos de butaca! Mamen, ¿qué nos preguntas? …
M: ¿Cuánto de lo que habéis aprendido pensáis que vais a poder aplicar en las aulas?
FB: ... El 31’48%, jajaja. Bueno, pongámonos serias. Depende de en qué aula y en qué colegio caigamos, si están en la misma línea que la “teoría” de lo que hemos aprendido en la Universidad o no… En general, no mucho, porque en pocas asignaturas, o en ninguna, se va a lo concreto, a la actividad, al niño y su entorno, que al fin y al cabo es lo que tendremos delante en el aula.
M: ¿Cuál es vuestro planteamiento de cara a los nuevos planes con Bolonia? ¿Seguiréis con los postgrados?
FB: Ahora mismo, nuestro planteamiento más concreto es encerrar todas las webs “desinformativas” en una batidora, darle al botón de encendido y obligar al teclado y al ratón a mirar. Disculpad, hoy hemos merendado payaso…
El caso es que la información que nos llega nunca llegamos a saber si es fiable o no, a veces no tenemos criterios suficientes para interpretarla, otras son cosas que se oyen del boca a boca… Nosotras tenemos claro que queremos seguir formándonos, y esa es quizá la única cosa clara que tenemos.
Nos decantamos por estudiar Psicopedagogía, que en algunos lugares es un máster y en otros una licenciatura.
La verdad es que aprovechamos la coyuntura para pedir que, si alguien tiene información fiable al respecto, nos la comente (en privado o en abierto, para compartirlo con nuestros compañeros, como prefiráis).
M: Opositáis, aprobáis y vuestro claustro no es cercano a una metodología donde los alumnos son los protagonistas de su propio aprendizaje y lo es el #librodesto, ¿cómo hacer ver que nuestro claustro es el mundo?
Somos bastante persistentes y comulgamos bastante con la dirección web de @olmillos: ¡Pasito a pasito!
Lo que nunca haríamos seria quedarnos de brazos cruzados, ¡va en contra de nuestros principios! A base de informar, mostrar, ejemplificar y sobretodo dar seguridad y apoyo a nuestros compañeros de claustro, a lo mejor conseguiríamos mostrarles las mil maravillas de esta metodología. Además, cuando las cosas funcionan, funcionan, no hay vuelta de hoja.
M: Acaba la carrera, ¿vértigo o seguridad?
FB: Por partes.Anna: Cuando llegas al final de la carrera te encuentras en la cima, ¿cómo no vas a sentir vértigo allí arriba? Después de tres años subiendo y subiendo te encuentras ante un fin. ¿Qué hay qué hacer ahora: saltar? El vértigo te invade pero sabes que podrás saltar con seguridad, con la seguridad de un paracaídas que has ido llenando con los aprendizajes que has hecho y que seguirás llenando con todo lo que vas a aprender.
Vértigo y seguridad se dan la mano y se atreven a saltar.
Míryam: Depende del día que me preguntes. Creo que tener algo de vértigo teniendo en cuenta la situación global (del país, de la enseñanza, de la Universidad…) es casi un signo de buena salud.
Ante el hecho de acabar la carrera, seguridad, porque sé que no podría haber hecho más de lo que he hecho, y eso es una satisfacción personal muy grande. Ante el futuro, personal y profesional, un poco de incertidumbre: la primera vez que haces todas esas cosas que se hacen cuando acabas la carrera… bueno, pues es la primera vez. Si eso es vértigo, pues vértigo. Y curiosidad por saber dónde acabaré trabajando, ¿cómo serán mis alumnos? Es ese gusanillo en el estómago que seguro que ahora muchos estáis envidiando. Lo vivo con ilusión, seguro que hay algo bueno esperando ahí fuera.
Anaïs: Por muy contradictorio que parezca, el vértigo y la seguridad se van turnando en mi día a día. Sí, me veo mas o menos preparada para empezar a dar clases, a preparar actividades, a trabajar codo a codo con mis futuros compañeros, pero miro en perspectiva, y tenemos un futuro incierto, eso es el que me genera más vértigo, el no saber que va a ser de mí, dónde voy a poder trabajar, cuáles van a ser mis alumnos, cómo voy a seguir con los estudios, dónde...
Pero ¿queréis que os cuente un secreto? Este vértigo ya forma parte de mí y de mi proceso de "maestrización". Este vértigo lo definiría como al café: ¡Amargo, excitante y un poco adictivo!
Traducció al català, molt aviat!!!
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